Una parte de mi biblioteca |
Cliiiing, cling-clin.
Asà es como suena el recibidor cuando abre la puerta. Crac, craccc, crac… El ruido de sus zapatillas entrechocando con la
tarima le resulta muy placentero, tanto que se pondrÃa a bailar sobre ella.
Otras veces se habÃa imaginado con los pies descalzos, deslizándose sin
levantar las puntas de los pies…, aunque eso ya lo habÃa hecho en algún
entarimado diferente.
No avanza ni un metro cuadrado cuando se detiene delante de
la pila de libros “de oferta”, y los contempla uno a uno, buscando,
encontrando, hasta que se decanta por abrir uno. No lo va a comprar, pero
siente la necesidad de impregnarse de su historia, y nadie se sorprenderÃa si,
al dejarlo, encontrara las manos manchadas de tinta.
Crac. Un paso. La
madera no cruje más. Se ha detenido otra vez frente a las novedades, y estas
sà las recorre muy despacio. Le suenan todos, le suena ninguno. Pero, oh, ¿qué
es ese olor? ¡El aroma de lo nuevo llega hasta aquÃ! Letras esperando vestirse
de significado. Y ella espera que algún libro salte a su regazo sin éxito. No importa,
debe pensar despreocupadamente, porque volveré a intentarlo.
Hmm, ¡ah! La
pseudo-silenciosa risa (que se parece más a canto de los pájaros por la mañana:
tÃmidos y con ganas de salir a explorar. Las risas también pueden dar la vuelta
al mundo) del librero al reconocerla. Su mirada le da la bienvenida y la reprende por volver porque sabe que ayer mismo ella se habÃa llevado un par de libros a
casa, y no esperaba volver a verla hasta que, por lo menos, tuviera un par de
céntimos en la cartera.
Hay un cruce de sonrisas sin secretos. «Vengo a por más», dice
la de ella, y «¿Otra vez aquÃ?» inquiere la del librero, divertida.
Pero crac, crac, crac
y más crac. Son muchos pasos
seguidos, y de pronto ella se encuentra en medio de la avenida de estanterÃas
con sus géneros preferidos. Y después, ¿qué? Ella se sentará frente a una de
esas estanterÃas gigantes, acariciará cada lomo de tapa dura y se empapará de
historias. Luego (¡horas más tarde!) se levantará y se irá con las manos
vacÃas, despidiéndose con otra sonrisa Ãntima y conocedora de todo. «Volveré»,
dirá. Y «aquà estaré» le contestará.
Ya me he enterado de que en el amor hay dos partes: el que
da sin recibir y el que piensa que
lo hace.
También me he enterado de lo acostumbrado a las constantes
decepciones a las que hay que estar expuesto, y a tener que continuar sin
perder ni un gramo de ilusión.
Pero lo que sé con tanta certeza como que estoy viva, es que
tenemos que ser especiales por y para nosotros mismos sin esperar que lo hagan
los demás.
Nada de «yo creÃa que era la única» o «pensé que él era
especial, diferente a los demás». Decepciónate una y no más. Tan solo mÃrate al
espejo: cree, quiere y vive por ti.