Sa-cool © Deviantart |
La señora Agnes estaba recostada en el diván de su psiquiatra, al que
acudía por recomendación de una buena amiga y vecina. El doctor le
había dicho que cerrara los ojos y que se relajara, que era muy
importante que no estuviera nerviosa para que la terapia funcionara. La
señora Agnes tenía que recordar qué pasó la noche en la que el gato
negro se coló en su casa. Debía contarle todos los detalles, ser sincera
con todos los recuerdos que tuviera guardados en su mente. ¿Pero es que
acaso el doctor iba a darse cuenta si mentía?
Agnes
miró lentamente en derredor. En la esquina más próxima a la puerta
halló una flor amarilla cruzada de brazos sobre su maceta negra. Le
miraba así, con una ceja enarcada y cara de malas pulgas. Los
pétalos parecían erizados en espiral. Poseía un semblante nada común en
una flor de sus características; si bien esperaba verla risueña, su expresión sombría le abofeteó.
—Diplotaxis tenuifolia —musitó Agnes sin moverse.
—Ese es mi nombre de pila, sí.
—Se te ve enfadada. ¿Poco sol esta mañana?
Agnes siempre tan aguda.
—El gato, Agnes, el gato —le recordó la flor—. No hablemos de mí. ¿Qué piensas decirle?
—¡La verdad, claro! —Mentira,
decían los ojos de la pequeña rúcula—. Piensas que no, pero lo haré. Le
contaré la verdad. Le contaré que ese gato tan huidizo entró en mi casa
a robar comida y no tuve más remedio que abrir puertas y ventanas y más
puertas y más ventanas para echarlo, ¡y encima no se fue! ¿Qué debería
haber hecho yo, oh, qué? ¡Una señorona como yo! Así que me armé con la
sartén y… le hice unas salchichas. El muy gato tonto picó. Apareció,
atraído por el olor de una buena comida. ¿Pero no se supone que comen
pescado? Este era un carnívoro de los buenos, te lo digo yo. Total,
querida —añadió con un cabeceo hacia la planta, que seguía así—,
que en cuanto lo hube cazado, cerré todo y lo acaricié hasta que me
quedé dormida. ¿Qué pasó después? Al amanecer, el gato ya no estaba. Ese
maldito bicho se desvaneció con el primer rayo de sol.
¡Le vi desaparecer! Le alcanzó la aurora y ¡pam!, se rompió, se volvió
humo. Y no hubo más gato.
Este pequeño minirrelato pertenece al ejercicio de Escritura Intuitiva de LoreGb. Ella escribe el inicio y luego los demás podemos seguir el relato a nuestro antojo. Os invito a dejar vuestra huellita literaria por allí. :)