El navegador de a bordo borró las coordenadas de la misión y trazó una ruta bien conocida para Equis. […] El trayecto hasta su hogar era largo, asà que cedió el pilotaje a Dana II, la IA de su nave, y cerró los ojos. Aproximándose a las lindes del sueño, Equis pensó en que con suerte en casa volverÃa a soñar. De momento tendrÃa que conformarse con la negrura infinita y unas estrellas que, a ojos de quien llevaba meses recluido en el espacio, carecÃan de esplendor.